Sobre mí

Luis Carmelo Rincón

Periodista

Luis Carmelo Rincón Miranda. Hijo de Carmelo y Ursicina. Nieto de Faustino y Toribia. Nací el día de la antevíspera de Santa Brígida, hace unos cuantos años, mediado el siglo XX. Fui monaguillo con Don Jerónimo, cuando la misa era en latín y nos aprendíamos de carrerilla el Confiteor, que repetíamos sin saber muy bien lo que decíamos. En la escuela empecé con Doña Angelita y terminé con Doña Matilde, la última maestra del pueblo. Después de ella la escuela se cerró por escasez de alumnos. He jugado al escondelite y a los tres navíos por las eras, he trillado y he visto a los quintos correr las cintas y los gallos. Fui al río de Bocigas y al de Llano en el remolque, por Nuestra Señora de agosto; las pasé canutas, como la mayoría, cuando me tocó echar el verso en la primera comunión y llegué a probar la leche en polvo que nos mandaban los americanos. Después, los Maristas por Letras (los cabos y los golfos, los afluentes del Duero por la derecha y por la izquierda, rosa rosae, lupus lupi, la Formación del Espíritu Nacional, las raíces cuadradas, el presente de subjuntivo y todo eso), la Complutense y la vida laboral. Allí escribí de casi todo. Ahora voy a escribir de mi pueblo en esta Página. 

— Pero ¿qué vas a contar de un pueblo así, que ya no tiene ni bar?, me ha dicho algún bienintencionado.

— Por eso, precisamente. 

En esas estamos ahora un grupo de hijos del pueblo, (hijo de un pueblo es el que lo vive, haya nacido o no) con los que cuento para tirar esto adelante. En verano, cuando solemos juntarnos, salen a relucir dichos de entonces, palabras olvidadas o viejas fotos, y echamos la vista atrás haciendo cábalas de si este era de tal o cual familia, o hijo de aquel otro que se fue a Íscar o a Bilbao, cuando el pueblo pegó el bajón y la mitad de la gente se marchó a Fasa o al norte, a buscarse la vida y a prosperar. Somos los niños de los 50 y los 60, la generación que nació con un pie en el arado romano y el otro en el Massey Ferguson. Vimos desaparecer la sociedad rural, una manera de estar en el mundo que se había mantenido inalterable durante siglos, y abrirse paso, a borbotones, la nueva sociedad industrial, la sociedad “desarrollada”. Ahora parece que de todo aquello hayan pasado mil años, pero nosotros lo vivimos y la intención es contarlo. Para que el que quiera se entere. Y porque si un pueblo conserva su memoria, sigue vivo.

En Fuente Olmedo, 16 de Abril de 2024