El año que viene malo, de día cierzo y de noche solano

Los distintos vientos dominantes en nuestra zona, a los que se nombraba por su procedencia, han servido secularmente como referencia espacial a la hora de deslindar fincas o definir propiedades.
Los vientos más significativos en esta zona son el gallego, el ábrego, el solano y el cierzo

Los fenómenos atmosféricos han condicionado siempre la agricultura y la vida en el entorno rural. Es esa dependencia que se plasma en el dicho de los labradores de estar permanentemente mirando al cielo, pendientes de si llueve a tiempo o calienta en su época. Hasta la llegada del motor de explosión el agua y el viento fueron la única fuerza motriz que molía el grano o aventaba la mies. La presencia del viento era constante en el día a día, se estaba pendiente de si hacía viento o no para hacer determinadas faenas, de si soplaba de un parte o de otra o de si traía nubes o sequía.  Este protagonismo de los distintos vientos sirvió, junto al movimiento del sol, (levante o poniente), de punto de referencia en la descripción y el deslinde de propiedades, en apeos, escrituras, herencias o mandas piadosas para ubicar en su preciso lugar la tierra, la viña o la casa cuya propiedad se trasmitía. 

En nuestra comarca eran cuatro los vientos más significativos: el gallego, el ábrego, el solano y el cierzo. Los denominamos así en función de que estábamos y estamos precisamente ahí, en ese punto concreto de la meseta norte, en las campiñas del sur del Duero y en función de su procedencia. En algunas zonas de las comunidades del norte de España llaman castellano al viento que procede del sur y lo mismo sucede en Aragón con los vientos del oeste.

En Fuente Olmedo y su entorno al viento del noroeste, frío y seco, que viene de Galicia le llamamos gallego, pero en Galicia es el Regañón. En nuestra comarca el cierzo es el viento frío del norte. Al viento caluroso del este se le llama en esta parte de Castilla solano o levante. El ábrego, es el viento templado, llovedero y suave que entra por el sur/sureste.

 Son numerosos los ejemplos de utilización de los vientos para definir espacios, antes de que la técnica ofreciera métodos más fiables y dejara de lado una costumbre ancestral.

La qual la arrodea por el aire Gallego

En el primer tercio de siglo XVIII, en 1735, se realiza en Olmedo un deslinde de las propiedades que tienen el Vínculo Patronato de Legos y Aniversarios del que es beneficiaria una vecina de Aguasal. Este Vínculo, figura jurídica similar al Mayorazgo por la cual no se puede dividir la propiedad, tenía una hacienda importante en los términos de Aguasal, Fuente Olmedo, Llano y Donibla, sobre todo en este último, en el que tenía 42 obradas. Todas las tierras se apean y ubican en función de los vientos, según el documento que se custodia en el Archivo Diocesano de Valladolid. En el término de Donibla se apea, por ejemplo, “Otra tierra a las Eras del Caño, término del despoblado de Donibla, de quinientos treinta estadales que linda por el Ábrego con tierra de Juan Redondo, vecino del Aguasal, la qual la arrodea por el aire Gallego y por este aire linda con tierra del Vínculo de Andrés Sánchez, vecino del dicho lugar, y con tierra de la iglesia del dicho despoblado de Donibla. Y por el Solano linda con tierra de dicha iglesia, las que hoy están agregadas a las del lugar de la Fuente de Olmedo”. Donibla está despoblado desde hacía pocos años, pero el término municipal, en torno a 4.000 obradas, se mantiene independiente del de Fuente Olmedo varias decenas de años más.

Diez años después, en 1745, “Juan Sanz, mozo soltero, fundó un aniversario de misa cantada y vigiliada el día de San Juan Evangelista o su octava, sobre una casa que tiene en el lugar de Fuente Olmedo que linda por el cierzo con casa de Francisco Delgado y por el solano con la calle que sale a Bocigas y por el ábrego con la calle que sale desde la casa del  curato a Fuente de Coca y queda a mano izquierda y por el gallego con casa de Manuel Gómez García”, según anota el párroco Juan Canales en el Libro de Aniversarios de Fuente Olmedo.

Los aniversarios o cabos de año eran una de las celebraciones religiosas más comunes. Se establecía en el testamento y se fijaba el día de su celebración y el tipo de aniversario (con misa cantada o solo rezada, con responso o sin él, con vigilia o no…). Aunque la limosna para la iglesia siempre era la misma, seis reales, al menos en Fuente Olmedo, como se instituía “para siempre jamás” se ponía alguna propiedad como garantía de que los descendientes o poseedores futuros de esos bienes seguirían pagando anualmente los seis reales.

En 1778 se fundaban dos aniversarios sobre una casa en este lugar de Fuente Olmedo que linda por el ábrego con la calle pública, por el solano con calle angosta que sale a las eras de la Mangada, por el cierzo o oriental los corrales lindan con ejidos concejiles y por el norte o gallego con casa de herederos de Alonso Martín Vega, vecino que fue de este lugar”. 

La costumbre se mantiene porque en 1818, el cura de Aguasal realiza un inventario de las propiedades del Curato, atendiendo a la orden real que manda fiscalizar todos los bienes de España, civiles y eclesiásticos ante la bancarrota de la hacienda pública, tras la invasión napoleónica. Fernando VII, al que la historia califica como el peor rey de España, estaba de vuelta en el trono tras el paréntesis napoleónico y trata, sin mucho éxito, de recomponer la Hacienda del reino escudriñando las rentas públicas y privadas. Juan José Pina, el párroco aguasalero, en su declaración jurada, cita como primera propiedad “una casa propia del curato de este lugar, sita en plaza maior, que confina por el Solano, Gallego y Cierzo con casa de Lucas Hernanz, vecino de este lugar, y por el Ábrego con dicha plaza maior”.

 

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