A media tarde mi padre volvió de Perroalto. Era junio, los días de un verano recién estrenado se alargaban por momentos. Como no había urgencia de tareas se había ido a levantar unos cantos en los que decía que picaba el arado cada vez que hacía la labor, en Perroalto, a un kilómetro escaso del pueblo, donde hablaban de que antiguamente hubo un muladar en el que se tiraban las ovejas y los burros o las mulas muertas. Volvió con un saco al hombro.
– Mira lo que traigo, me dijo, dejando el saco en el suelo del colgadizo, del que fue sacando lo que me parecieron unos cacharritos o pucheros rotos. Me extrañó su color, de un negro corroído, acostumbrado al color rojizo de las cazuelas que había visto siempre en casa. Además de los cacharros, (una especie de tazón, una cazuela y un extraño puchero acampanado, los tres hechos cachos y en los que se adivinaba una filigrana blanquecina en los bordes), en el saco traía lo que parecían ser varias puntas de flecha o lanzas pequeñas, verdosas, como de cobre, una especie de cuchillo o puñal bastante mellado, una lámina fina, dorada, que relucía, y una laja lisa, como de pizarra, con dos agujeros en los extremos.
– ¿Pero de dónde has sacado esto?, acerté a decirle mientras él terminaba de vaciar el saco y colocaba con cuidado el extraño lote en la pila del pozo.
– Nada. Ahí, en la cotarrilla que hace la parcela de Perroalto. Empecé a quitar los cantos y fue apareciendo esto. Estaba muy somero, fue quitar los cantos y empezar a aparecer. Yo creo que esto es importante, remató.
En junio de 1973, Carmelo Rincón Hernández, labrador, sacando cantos de una parcela para que no le estorbasen al arar, descubrió la sepultura del que podría considerarse el primer “vecino” de Fuente Olmedo. Un varón joven que llevaba enterrado cerca de 4.000 años y que estudios posteriores calificarían como “el príncipe de Fuente Olmedo” por la riqueza del ajuar funerario que acompañaba su cuerpo y que hoy la arqueología define como el más completo de la cultura del Vaso Campaniforme en la península Ibérica. Este joven guerrero tendría en torno a 18 años en el momento de su fallecimiento, según los análisis óseos que se realizarían después. Su vida, en el entorno de una familia o clan importante en su sociedad, se había desarrollado en el tránsito entre los periodos del cobre y del bronce, en la Prehistoria, en plena Edad de los Metales.
Por lo pronto, el singular lote que Carmelo había extraído pieza a pieza de la tierra, barruntándose que aquello tenía que ser importante, estaba colocado, como en un altarcito, en la pila del corral.
-¿Y qué hacemos con esto? le pregunté, por preguntar, sin acabar de ubicar bien qué era aquel cacharrerío.
-Hay que dar parte, dijo, mientras subía ya la escalera del sobrao a buscar una caja de cartón o algo en lo que guardar aquello.
Vaso, cuenco y cazuela
La Diputación Provincial, informada del descubrimiento, se hizo cargo de varias puntas de flecha para calibrar su importancia y empezar el proceso de investigación. Por esos días Jerónimo Escalera, del Instituto de Restauración de Madrid, que restauraba mosaicos en la villa romana de Almenara, pueblo vecino de Fuente Olmedo, fue informado del hallazgo y lo comunicó al departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Valladolid. Ricardo Martín Valls, titular de la cátedra, y un por entonces juvenil Germán Delibes de Castro, se hicieron cargo de la investigación y estudio de los restos encontrados. En Perroalto midieron y calibraron la fosa y, tras un cribado de la tierra que la había rellenado, encontraron restos óseos y una punta de flecha de pedernal que terminó de completar la importancia del hallazgo. Constatada la relevancia del descubrimiento el ajuar fue destinado al Museo Arqueológico Provincial que realizó la restauración y lo integró en su sección de prehistoria, en la que forma parte de la exposición permanente.
Desde ese momento la entidad del enterramiento de Fuente Olmedo y los estudios realizados sobre él por la Cátedra de Prehistoria de la UVA le situaron en el centro de las investigaciones sobre el fenómeno campaniforme, un fenómeno cultural fechado entre 1.800 y 2.000 años antes de Cristo, con presencia en toda Europa Occidental y que tiene su representación más simbólica en las tres vasijas cerámicas: un vaso, un cuenco y una cazuela, decoradas con incisiones geométricas regulares, siempre presentes en los enterramientos y en ocasiones acompañadas por armas, como las puntas de flecha, el puñal o el brazal de arquero, eso era la pequeña laja de pizarra de Perroalto, que atada al antebrazo amortiguaba el golpe de la cuerda del arco sobre el brazo del arquero. La mayor o menor presencia de armas revela el estatus social del difunto, siendo esta de Perroalto la que ofrece el ajuar más completo, pues a las piezas cerámicas suma un puñal de lengüeta, once puntas Palmela de cobre, (por el nombre de la localidad portuguesa en la que se realizó el primer hallazgo), una punta de flecha de pedernal, un brazal de arquero y una lámina de oro que se utilizaría como diadema, obtenida a partir del machacado de una pepita.

El joven que había venido a morir a lo que milenios después sería el término de Fuente Olmedo era miembro de una familia noble, en una sociedad aún no estatal, estructurada por jefaturas . Extrayendo datos de los numerosos trabajos realizados por Germán Delibes, catedrático durante años y autoridad reconocida en el fenómeno campaniforme, y por Elisa Guerra Doce, actual titular de Prehistoria en la UVA, que conjuntamente comisariaron en 2019 la gran exposición “Un brindis por el príncipe” celebrada en Alcalá de Henares, sede del Museo Arqueológico de Madrid y posteriormente en León, sabemos que el rango social que denota la riqueza de su ajuar funerario lo obtuvo no por sus hazañas, que no habría podido realizar por su corta edad, si no por herencia, por ser miembro de una familia importante. Fue enterrado en Perroalto en un ritual funerario en el que su cuerpo se depositó tendido sobre su costado derecho, con las piernas recogidas, en una fosa simple, ovalada, de 2,40 m. por 2,70 m. y de entre 70 y 90 cts. de profundidad, mientras su parentela realizaba un ritual en el que se consumía una primitiva cerveza utilizando la vajilla cerámica que le acompañó en la tumba. Esa era la utilidad de las tres emblemáticas cerámicas: Elementos de uso en el ritual funerario de las élites sociales de la Edad del Cobre, distintivos de su rango en un momento de la humanidad en el que empezaban a aflorar las diferencias sociales. El joven príncipe de Fuente Olmedo fue rodeado en su entierro por el oro y las armas como símbolos de su estatus y en medio de una ceremonia en la que se consumieron ritualmente bebidas alcohólicas.

La vida está en los bodones
Pero si fue enterrado en Perroalto, en el actual término de Fuente Olmedo, ¿dónde vivió el joven príncipe? El territorio en el que se sitúa nuestro pueblo, para el que Delibes acuñó el término de campiñas meridionales del Duero a raíz del hallazgo, ha sufrido importantes cambios por la acción intensiva de la agricultura. De hecho, es uno de los territorios europeos en los que más ha influido la mano del hombre en la configuración del paisaje, pero aún se mantiene un elemento que uniría la época del joven guerrero con la actual: la existencia de los bodones. Toda la mitad sur de la provincia de Valladolid, el noroeste de la de Segovia por Coca y Cuéllar, el norte de la de Ávila por Arévalo y Madrigal, parte del norte salmantino por Peñaranda y hasta el sur zamorano por la tierra de Toro y La Guareña, albergan en sus entrañas el acuífero de Los Arenales, la gran bolsa de agua subterránea de 7.700 kilómetros cuadrados de extensión, encajonada entre el Duero y la sierra madrileña que recoge la nieve de la vertiente norte del Sistema Central. El acuífero, en su camino subterráneo en dirección al Duero, aflora a la superficie por los bodones de esta campiña ondulada que, enriquecidos por las lluvias estacionales, constituyen fértiles núcleos de vida. La sobreexplotación por los regadíos intensivos ha llevado al acuífero y a estos pequeños oasis a su mínima expresión y en muchos casos a su desecación, pero en la época en que vivió el joven príncipe de Fuente Olmedo eran el entorno en el que se desarrollaba la vida. La arqueología ha ido descubriendo en los últimos años que las cercanías de estas balsas estaban sembradas de yacimientos, primitivos asentamientos humanos en los que discurría la vida. Y algunos de ellos eran salinos, susceptibles de suministrar la sal, el preciado oro blanco. En el entorno de Fuente Olmedo se encuentran dos de los bodones salinos más importantes de la comarca: el bodón Blanco, término municipal de Bocigas, y la Lagunalba (o laguna del Caballo Alba), en el segoviano término de Villeguillo. La constatación de la cercanía de las tumbas campaniformes a los bodones salados, como el caso de Samboal o el de Portillo, llevó a Delibes a formular la hipótesis de que el enriquecimiento de un determinado grupo social de la edad del cobre, expresado en sus ajuares y rituales funerarios, tenía su origen en la transformación y el comercio de la sal. Esta teoría ha sido confirmada tras la excavación, por Delibes y su equipo, de una factoría de época campaniforme dedicada a la obtención de sal en las lagunas de Villafáfila, en Zamora.
El joven guerrero enterrado en Fuente Olmedo debía su alta posición social, entonces, a la transformación o el comercio de la sal que realizaba su clan familiar, establecido en estas tierras alomadas del sur de la provincia de Valladolid, en la raya con la de Segovia, en las que trascurría su vida. Su tumba es bien conocida pero no tanto la situación de su poblado, si bien desde un primer momento tanto Martín Valls como Delibes señalaron el cerro de La Mora, o cuesta de la Mora, en Fuente de Santa Cruz, a tres escasos kilómetros en línea recta de la tumba, como posible emplazamiento. La Mora es un cerro aislado, de cumbre plana, en el camino que lleva de Fuente de Santa Cruz a Villagonzalo de Coca, en el que han aparecido restos cerámicos y metálicos de la Edad del Cobre atribuibles a la cultura campaniforme, como un puñal de lengüeta y una punta palmela, similares a los de Perroalto, entre otros. Estos materiales permiten afirmar que en la cima de este cerro hubo un asentamiento humano en la época en que transcurría la vida del joven príncipe. El emplazamiento, que está a tiro de piedra de los bodones de Villagonzalo de Coca, aún vivos estacionalmente, y de los de Valdeperillán y la Lagunalba, podría ser el poblado del joven guerrero que vino a morir a Perroalto. Pero, así como cada vez es más abundante la bibliografía sobre tumbas o enterramientos campaniformes la ubicación de los poblados y de los cementerios es una asignatura que la arqueología aún tiene pendiente.

Continúa leyendo el artículo de Germán Delibes «Recuerdos de un descubrimiento arqueológico sensacional: la sepultura campaniforme de Fuente-Olmedo».
2 respuestas
Cómo me está gustando esta web, qué maravilla!!! Mil millones de gracias todos los que estáis haciéndola. Ha sido un descubrimiento, me la ha enseñado mi mujer Ana Franco.,me siento de Fuente Olmedo!!!
Gracias, esto anima mucho.