Cuando la piedra mató a la cigüeña en su elevado nido: El pedrisco de 1927

Algunas piedras de hielo caídas esa tarde llegaron a pesar 60 gramos, según se comprobó en la báscula de la estación de Fuente de Santa Cruz.
Torre de Fuente Olmedo con la estructura metálica para las cigueñas

 El pedrisco, el granizo o la piedra, como queramos llamarlo, ha sido siempre uno de los enemigos acérrimos de los labradores. Una amenaza que retorna cada año, presente siempre en el campo como una maldición. Contra la piedra, la mala nube, se articularon en tiempos pasados rogativas y conjuros, toques de campanas y plegarias. En 1927 se produjo, en Fuente Olmedo y toda la comarca, uno de esos nublados de los que luego se va contando año tras año y que se guardan en la memoria colectiva del pueblo.

La pareja residente de cigüeñas en la actualidad en nuestro pueblo.
La pareja residente de cigüeñas en la actualidad en nuestro pueblo.

El 20 de mayo, a media tarde, se abrió el cielo y soltó una tormenta de las que se recuerdan, que marcan un espacio temporal, antes de la piedra o después de la piedra, como ahora decimos antes o después del Covid.  Aunque de corta duración arrasó pueblos de Valladolid, Segovia y Zamora; de Villeguillo a Fuentesaúco o de Ciruelos y Fuente de Santa Cruz a Fresno el Viejo o Castrillo de la Guareña, una amplia zona apedreada con grave repercusión en la cosecha, ya espigada, y en los rebaños de ovejas. La tormenta soltó piedras del tamaño de huevos de gallina, rompió cristales e hirió a personas y animales que estaban en el campo. En Mozoncillo, dos pastores quedaron carbonizados por un rayo. Y mató a la cigüeña de Fuente Olmedo.

El Norte de Castilla, en su edición del día siguiente, se hacía eco de la noticia y recogía las quejas de los labradores de varios pueblos que exponían su situación, bajo un título rotundo: Los daños de las tormentas. Muchos pueblos de Segovia, Valladolid y Zamora tienen sus campos devastados por el pedrisco. Muertos y heridos. Millares de labradores en la miseria. El título, además de ser ilustrativo y bastante escandaloso, reflejaba fielmente la gravedad del incidente. Ayuntamientos y hermandades de labradores alzaron su voz para dejar constancia de la catástrofe. La “mala nube que jamás conocieron ni oyeron a sus antepasados las personas mayores”, fue definida muy gráficamente por el corresponsal de El Norte en Fuentesaúco, que describía su estruendo como “el que haría un cajón de inmensas dimensiones si lleno de piedras se agitara en el espacio”. El de Fuente de Santa Cruz, T. Fernández, además de informar del extravío de varis caballerías mayores, entre ellas un caballo de Mauricio Escudero, puntualizaba el tamaño de las piedras caídas: “habiendo pesado algunas más de 60 gramos, según prueba realizada en la estación del ferrocarril”.

Página de El Norte de Castilla del 24 de mayo de 1927 en la que se informa de los nublados registrados en esta comarca.
Página de El Norte de Castilla del 24 de mayo de 1927 en la que se informa de los nublados registrados en esta comarca.

En Fuente Olmedo el presidente del Centro de Labradores, Melitón Sobrino, y el del Centro de Obreros Agrícolas, Fermín Muñoz, escribieron una carta al periódico provincial y al nacional El Sol, para “apoyándose en su hidalga hospitalidad, pedir socorro por los múltiples estragos causados en estos campos por el formidable pedrisco habido en la tarde del 20 del actual”.

El texto que recoge íntegro el diario provincial es el siguiente:

«Señores presidente de la Cámara Agrícola de Valladolid y directores de los diarios El Sol, de Madrid, y El Norte de Castilla, de Valladolid. Respetabilísimos señores: El Centro de Labradores de Fuente Olmedo y el Centro de Obreros Agrícolas del mismo pueblo, en representación de todos los vecinos de esta, acuden consternados a ustedes, apoyándose en su hidalga hospitalidad, en demanda de ayuda para pedir socorro por los múltiples estragos causados en estos campos por el formidable pedrisco habido en la tarde del 20 del actual. Para que se pueda apreciar la magnitud del suceso, que a todos nos dejó anonadados, basta decir que el tamaño de las piedras era superior al de los huevos de gallina y caídos con tal intensidad que en cinco minutos hirieron a varios labradores en el campo, matando a muchos animales como palomas y la clásica cigüeña en su elevado nido, quedando tuertas algunas caballerías y rompiendo infinitas tejas de los tejados, detalles que prueban lo fantástico del terrible nublado, no conocido hasta ahora por ningún viviente, especialmente en el tamaño de las piedras.
Como el buen criterio de ustedes puede apreciar ya, esta nube despiadada ha reducido aquí a más de la mitad esta cosecha, ya de suyo mala, aniquilando la esperanza de coger siquiera para comer y sembrar. Advertímosles que este lugar no tiene otros medios de vida que la agricultura y pueden ustedes comprender nuestra situación actual; cuando fatigados por estos constantes y abrumadores trabajos y esperamos con ansia la cosecha para cubrir nuestras infinitas necesidades, vemos que la fatalidad nos la arrebata irremediablemente, sin culpa ni intervención nuestra. La angustiosa situación del infeliz labrador castellano se ha agravado en nosotros a los bordes de la miseria y la desolación.
El Ayuntamiento local y el gremio de labradores elevarán piadosas peticiones a las dignas autoridades provinciales y nacionales y a los propietarios ausentes, invocando a su clemencia. Para ello, suplicamos su ferviente apoyo y su decidida cooperación que tanto necesitan estos infortunados labriegos para seguir produciendo, quedándoles inmensamente agradecidos.»

 

En 1956: A retejar la iglesia

Treinta años después, (probablemente en el intervalo también hubiera pedreas sonadas pero no tenemos documentación), en 1956, el pedrisco visitó de nuevo Fuente Olmedo dejando señal de su paso en los tejados de la iglesia. La cosecha no debió verse muy perjudicada porque se produjo el 8 de agosto cuando ya estarían recogidos los panes y la mies en las eras. En esta ocasión la información sobre la crudeza de la tormenta viene por el daño que hizo en los tejados. Ese año era párroco D. Jerónimo Rodríguez.

Anotación de Don Jerónimo con el presupuesto de retejado de 1956 que se conserva en el Archivo Diocesano.
Anotación de Don Jerónimo con el presupuesto de retejado de 1956 que se conserva en el Archivo Diocesano.

Don Jerónimo, del que aún quedamos algunos monaguillos dando guerra, deja un apunte, que se conserva en el Archivo Diocesano, reflejando el “presupuesto hecho por el albañil Vicente Muñoz para reparar los daños ocasionados en la iglesia de Fuente Olmedo por el pedrisco del 8 de agosto de 1956”. Vicente, que con sus hermanos Andrés y Juan José y Antonio, el de Santos y la Aurelia, formaba la cuadrilla de albañiles clásica de Fuente Olmedo en la segunda mitad del siglo XX, calcula que el daño en los tejados alcanza al treinta por ciento de los 438 metros cuadrados que tiene la techumbre completa. La obra se hizo en septiembre y le salió a la parroquia por 7.665 pesetas, entre reponer las tejas rotas y asegurar el resto del tejado.

Un pedrisco de los últimos años nos da idea del volumen que pueden llegar a tener las piedras de hielo.
Un pedrisco de los últimos años nos da idea del volumen que pueden llegar a tener las piedras de hielo.

 

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