La cilla derribada por error que le costó una reprimenda al párroco

La panera y el lagar de la iglesia, en la que la parroquia almacenaba los diezmos y primicias que tributaban los labradores, se levantó sobre las ruinas de una cilla anterior derribada al construir la torre de la iglesia.
La cilla antes de derribarse la fila de casas de la parte posterior

La cilla de Fuente Olmedo es un edificio singular que ha llegado hasta nuestros días como testigo de la historia del pueblo. Aunque hace tiempo que dejó de ser panera hace unos años se le encontró una nueva funcionalidad como escenario de iniciativas culturales y musicales.

Aunque en el pueblo había frontón, en la salida a Fuente Santa Cruz, la costumbre era jugar a la pelota en la cilla, entre la pared exterior del coro y la pared lateral del pórtico de la iglesia. Muchos pensábamos que ese espacio que nos servía de frontón y que era el habitual punto de reunión era la cilla misma, significara lo que significara. Tardaríamos tiempo en caer en la cuenta de que realmente la cilla era la panera que cerraba el cuadro. Pero, sin saberlo, no íbamos muy descaminado porque en ese espacio estuvo la primitiva panera y lagar de la iglesia.

La cilla, un latinajo precioso que en Fuente Olmedo se mantiene de casualidad, es el almacén de granos, la panera de la iglesia. En ella se han guardado durante siglos los diezmos y las primicias que cotizaban los labradores del pueblo. Sobre diezmos y primicias se asentaba el sistema de tributos para el mantenimiento de la iglesia, del que también sacaba su parte la Corona. En Fuente Olmedo las especies diezmables, lo que producía el pueblo, eran el trigo, la cebada, el centeno, las garrobas y los garbanzos, pero también el vino, los corderos, la lana, los gansos, los quesos y los parros; unos por fanegas, los otros por cabezas o unidades. En cambio, las primicias, los primeros frutos, que eran más difíciles de cuantificar, estaban ajustados en una cantidad fija anual: Media fanega de trigo, media de cebada y media de centeno por cada labrador. Los que tenían majuelos cotizaban una cántara de mosto por cabeza que recibía el sacristán por cesión de la iglesia que era la titular del derecho, según recogen los libros de Diezmos y Tazmias de Fuente Olmedo que se conservan en el Archivo Diocesano y que reflejan la producción del pueblo entre los años 1662 y 1837.

Una vez al año el diezmero o cillero, vecino encargado por turno de las cuentas y rentas, llamaba “a partir la cilla”, el reparto de todos los productos almacenados, entre los beneficiarios, operación que documentalmente se conoce como “tazmias”. El reparto tenía su intríngulis. El diezmo se dividía en nueve novenos de los que se hacían tres tercios: un tercio entero correspondía al párroco titular, otro tercio para el Cabildo Eclesiástico de Ávila y del tercer tercio, dos tercios para el Conde de Quintanilla y el tercero para la fábrica (las obras) de la iglesia. Era muy común que el tercio del Cabildo estuviera arrendado.

Este Conde de Quintanilla es descendiente del que fuera contador y mano derecha de los Reyes Católicos, Alonso de Quintanilla, de los que recibió en 1478 las tercias de la villa de Olmedo y los logares de su tierra por juro de heredad para siempre jamás. Tenía casa palacio en Medina del Campo que aún sigue en pie frente al Museo de las Ferias.

Derruida y sin permiso

En la cilla se realizaba cada año el trasiego de fanegas y cántaras. Se almacenaban los productos que los labradores iban depositando tras recoger la cosecha. El tributo de los diezmos se pierde en las raíces de la historia, (hay quien va a buscarlo en el Antiguo Testamento), pero la cilla de Fuente Olmedo tiene su fecha de nacimiento, y las curiosas circunstancias de su construcción, entre los años 1732 y 1735.

En ese año, 1732, el visitador de la Diócesis de Ávila recala en Fuente Olmedo en visita anual revisando cuentas y obras. Son años de obras constantes en las iglesias, de ampliación o de renovación. Todo, ingresos y gastos, se anota en el Libro de Fábrica. En Fuente Olmedo unos años antes se había visto la necesidad, “no obstante no tener caudal suficiente la iglesia”, de ampliarla porque se ha quedado pequeña. Consta en el Libro que el visitador “les anima a hacer alguna obra para hacerla mas grande, de suerte que quepan todos los vecinos y estén con alguna anchura que no sucede hoy a causa de su corto trecho”. Con ese objetivo se amplía la iglesia, pero ahora, al revisar la obra nueva, el enviado de la Diócesis ve que allí falta algo. La manera en que queda reflejado en el Libro de Fábrica su sorpresa es muy ilustrativa del lenguaje y la severidad del momento: “Habiéndose reconocido que por el motivo de alargar, como se alargó, el cuerpo de la Iglesia se ha arruinado la cilla y lagar que tenía junto a sus paredes, privándola del uso y aprovechamiento que en él tenía, sin haber precedido licencia para ello, como debiera, por lo que y en atención a existir, como existe, una de sus paredes bastantemente fuerte y buena manda su merced que en este presente año se reedifique dicha cilla y lagar, no contra las paredes de esta iglesia como antes estaban, si no desde la que subsiste afuera, permitiendo el Lugar el sitio para lo cual se da comisión a su cura propio y para que haga se ponga en cédulas en las partes acostumbradas públicas, admitiendo las posturas y bajas que se hicieren y señalando día y hora para su remate, que hará en el menor postor”.

La cilla, que estaba aneja a la iglesia y apoyada en su pared trasera, ha sido derribada al hacer la obra de ampliación del templo. Y sin autorización de la Diócesis cuyo representante no ve, además, mucha claridad en las cuentas que se le dan de la obra: “Y por cuanto dicho cura de su propia autoridad aunque con el motivo de haber alargado dicha iglesia se propasó a hacer se derribase dicha cilla y lagar sin haber tenido para uno y otro la licencia del Tribunal como se requiere y en atención a la ninguna formalidad, antes confusión, que se ha hallado en las posturas, bajas, remates y coste de dicha obra, nacido todo de la flojedad y poco cuidado que en ello ha tenido dicho cura, le multa su merced en veinte ducados de vellón que entregará al mayordomo de dicha iglesia como ayuda al coste que tuviere la reedificación de dicha cilla…”

Detalle de La Cilla
Detalle de La Cilla

Dos mil setecientos ochenta y nueve reales tienen la culpa

Seguro que la nueva panera se hizo por el procedimiento de urgencia, pero no tenemos constancia de que la nueva cilla está en pie hasta tres años después.  El Libro de Fábrica recoge al detalle costes y materiales en las cuentas de 1735: “Más es data dos mil setecientos ochenta y nueve reales y treinta maravedís que  importaron las obras que se han hecho en la zilla de esta iglesia, que se gastaron doscientas y cuarenta fanegas de cal, arena necesaria para cambiarlo, ocho mil y noventa ladrillos, tres mil tejas, portes de dichos materiales,  cuarenta y ocho cabrios, seis carreras de treinta y siete pies, más otras seis carreras y diecinueve cabrios, sogas necesarias para dicha obra, clavazón necesaria, cuarenta y dos trozos de ripia, una viga grande para el lagar, el coste de serrarla y traerla, diecisiete aranzadas de adoves, tierra para los cajones de las paredes, dieciocho fanegas de yeso para enyesar el lagar y pila, panera y servidor, jornales de trastejo, componer el capitel, tabla y un madero para la panera de la cilla, pizarra y portes para el chapitel, en cuya partida van inclusos seiscientos y ochenta y dos reales y medio en que se ajustaron las manos del maestro y oficiales, como consta de su recibo y condiciones que se hicieron para dicha obra”.

La avería de derribar la cilla salió cara, pero es que la panera derribada apenas tenía treinta años. Se había levantado en 1704, tras finalizar la obra de la nueva torre, aprovechando materiales sobrantes, según instrucciones del visitador de turno que recoge el Libro de Fábrica: “Respecto de hallarse la iglesia con algunos materiales que sobraron de la obra de la torre, manda su merced se hagan unas paneras arrimadas a la iglesia y torre por la parte del cierzo para echar los granos de la iglesia, echando dos llaves en la puerta, de las cuales una tendrá el cura y otra el mayordomo y con esto obviar muchos fraudes e inconvenientes que pueden resultar de no haberlas”.

La cilla nueva, ya en un edificio exento, cumplirá su función de panera y lagar durante los siguientes cien años, pero es una fuente constante de gastos. Son continuas las partidas para retejar, reponer tablazón o repasar paredes. A los sesenta años de la nueva construcción hay que cambiar el armazón de madera de la techumbre, obra que cuesta 2.071 reales.

Riesgo de desaparición y nueva vida

Con la desaparición del sistema de diezmos, primera mitad del siglo XIX, acaba la funcionalidad de la panera y la cilla de Fuente Olmedo hubiera seguido el camino que siguieron la mayoría de ellas, si no hubiera sido porque un párroco pensó que lo mismo algún día el panerón que ya solo producía gastos podría tener alguna utilidad. Eusebio Santos Cuesta que había llegado a Fuente Olmedo en 1850, al asentar en 1853 el gasto de 76 reales empleados en la cilla advierte de que “aunque nada produce a la Iglesia no he podido consentir se destruya por ser una pieza de bastante valor y tal vez pueda conservarse para la Iglesia”. La corazonada y la voluntad de este hombre, que fallecería en 1886, permitió que la cilla siguiera en pie y llegara hasta nuestros días.

Tras pasar a manos privadas en alguna de las desamortizaciones del siglo XIX y seguir cumpliendo su misión de guardar el grano, la cilla es hoy un escenario redescubierto para iniciativas culturales y sigue prestando servicio al pueblo.

Actividades en la cilla

Entre los años 2002 y 2006, siendo alcalde Ignacio Delgado Orusco, se creó la Asociación Cultural La Cilla, que, entre otras iniciativas, puso en marcha los conciertos en La Cilla, del que aún queda referencia en YouTube. https://youtu.be/4ZZYpqPWS4M?si=dslXXjIoHKxkpLa_

Por esas fechas un grupo de jóvenes del pueblo, instigados por Carlos Sobrino, creó el Club de Amigos de Fuente Olmedo, que representó en el entorno de La Cilla, entre 1999 y 2005, un amplio repertorio de teatro clásico, de autores como Arniches, Casona o los hermanos Álvarez Quintero.

Desde 2021 La Cilla es el escenario de la iniciativa Ancha es Castilla, una propuesta cultural que promueven Inés García-Albí y Marcos Isamart, a través de la Factoría Martínez y que cada primavera convoca en nuestro pueblo a numerosos seguidores de este foro cultural barcelonés. Desde los Clásicos vividos hasta Con la ciencia hemos topado, Testigos presenciales, visiones de una conquista o Medievales, gentes, culturas y paisajes, la heterogénea temática propuesta por Los Martínez han convertido a La Cilla en un escenario singular que da continuidad a la vida activa de esta vieja panera de nuestro pueblo.

 

Otras historias

Comparte esta historia
¿Qué opinas?

Déjanos tu comentario

Los comentarios serán moderados. Te rogamos que no incluyas información no estrictamente necesaria, personal o de terceras personas.
¡Muchas gracias!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *